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El Parlamento de la naturaleza es una investigación abierta que se centra en hacer una revisión bajo el pensamiento ecosistemico de los paisajes pertenecientes a la Península Ibérica en la era del antropoceno.

La manera de presentar los casos de estudio no es cronológica si no que al igual que Selma Lagerlof en su libro “El maravilloso viaje de Nils Holgersson” hizo viajar a Nils a lomos de un ganso recorriendo los paisajes de Suecia para explicar de esta manera a los jóvenes la geografía de su país. Hemos, al igual que Selma, analizado el territorio pero fijándonos y analizando las controversias que hemos localizado. Nosotros volamos junto con el águila pescadora en su migración desde el norte de África al norte de Europa, ya que fue el primer vertebrados extinguido en la península ibérica en los años 70. No solo por eso. Actualmente podemos recorrer las migraciones de las aves de manera digital a través plataformas open source que tratan de evitar interferencias entre las migraciones y por ejemplo las instalaciones de los tendidos de alta tensión. Siendo herramientas de diseño del territorio usadas por las compañías eléctricas y subvencionadas desde la comunidad económica
europea. Aquí nuestro comienzo.

 
¿ESTAMOS DISEÑANDO PLANES URBANOS CAPACES DE ACOGER CON GRAN CONTINGENCIA LA VELOCIDAD A LA QUE CRECE LA CIUDAD Y AUMIR SITUACIONES FUTURAS NO PLANEADAS? ¿CÓMO SE GESTIONAN LOS NIVELES DE CONTINGENCIA?

LA CONVIVENCIA Y GESTIÓN ENTRE AGENTES HUMANOS Y NO HUMANOS EN EL MISMO TERRITORIO HA DE SER DISEÑADA. LOS DISPOSITIVOS ARQUITECTÓNICOS SE CONVIERTEN EN INEVITABLES Y NECESARIOS COMO SERES MATERIALES DENTRO DE LOS PROPIOS ECOSISTEMAS. ¡LA ARQUITECTURA DEBE ROMPER ESTA DICOTOMÍA! HA LLEGADO EL MOMENTO. 



 

Camilo García Barona

cofundador de Husos Arquitectos
profesor IE School of Architecture and Design

http://www.husos.info/

La coexistencia directa, próxima y visible entre agentes humanos y no humanos se distanció de manera radical en el mundo occidental a partir de los procesos de industrialización y la consecuente división del trabajo. El planeamiento urbanístico moderno, el diseño de las ciudades, las políticas territoriales, el extractivismo colonial y el modelo económico productivo capitalista en general han contribuido a mantener e incluso ampliar esa distancia a través de dispositivos inmateriales –como la regulación–, como también materiales: –la forma propiamente del territorio y las ciudades–.

La arquitectura al operar e insertarse en la vida cotidiana de las personas y dado su carácter inmersivo tiene una capacidad especial de incidir en los imaginarios como también en el día a día al configurar los espacios que habitamos. A menudo las agendas ambientalmente sensibles y responsables, carecen de grandes recursos, y esto incluye también a las arquitecturas que se ocupan de estos temas. Estas arquitecturas tienen sin embargo el potencial de operar como catalizadores o como detonantes de acciones que pueden trascender su propio espacio, que a menudo puede ser reducido. Son arquitecturas que pueden operar como Caballos de Troya insertándose en las situaciones más ordinarias e introduciendo, por ejemplo, acciones ambientalmente responsables.

Las cuestiones que propone El Parlamento de la Naturaleza por Álvaro Carillo y las situaciones que describe, parten de una necesaria mirada detallada, de la micro-observación. Una aproximación que ya fue fundamental en su proyecto Castizo Urban Politics, desarrollado por él en la unidad docente PFC-LAB que organizábamos entre 2010 y 2014 en la UEM. Aunque aquella propuesta se sitúa en una densa manzana en el centro del Madrid más antiguo, metodológicamente este proyecto de Álvaro se posicionaba ya muy próximo a la forma de describir y estudiar los paisajes que aparecen en El Parlamento de la Naturaleza.
En este sentido me parece fundamental el desarrollo de aproximaciones metodológicas que incluyan miradas críticas exhaustivas. En estos dos ejemplos del trabajo de Álvaro se tratan a la vez cuestiones ambientales y sociales, culturales y materiales, económicas y políticas, lo cual en los proyectos comentados implica necesariamente romper la estanqueidad de las disciplinas. Justamente el intento de comprender el entramado de conexiones ecosistémicas a través de la micro-observación cotidiana sistemática puede ser el primer paso para romper los binarismos simplistas hombre/naturaleza entre muchos otros.

DESCRIBIR Y RELEER LOS TERRITORIOS ACTUALES Y FUTUROS COMO PARTES MATERIALES DE ACOSISTEMAS CONSTRUIDOS. ENTENDIENDO SU FUNCIONAMIENTO, INCIDENCIA Y ESPECIFIDADES EN LAS RELACIONES MÚLTIPLES DE LAS QUE PARTICIPAN Y GENERAN. ASÍ PODREMOS HACER UNA LECTURA CONTEMPORÁNEA DE ESTO QUE LLAMAMOS TERRITORIO. 

LA SOCIEDAD Y LA TECNOLOGÍA NO PUEDEN SER PENSADAS DE MANERA INDEPENDIENTES. EL PENSARLAS EN TODA SU DIMENSIÓN NOS LLEVA A DISEÑAR LO URBANO COMO UNA REALIDAD TECNO-SOCIAL. 

ASUMIR LA PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA DESDE EL DETENIMIENTO Y LA ESPECIFICIDAD DONDE LA LABORATORIZACIÓN Y EL FACTOR TIEMPO SON MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN CONTEMPORÁNEOS. DESDE ESTAS POSICIONES PODREMOS A LA VEZ DESENMASCARAR Y ANALIZAR LOS PROCESOS PRODUCTIVOS, ANÁLISIS ESTÉRILES. VACÍOS DE CONTENIDO Y ACRÍTICOS.

Francisco González de Canales

Design Director - Canales & Lombardero

https://canales-lombardero.com/

Pocos son los casos en los que la modernización que hemos vivido, como expansión insaciable de la urbanización del territorio, no se haya desplegado como una absoluta obliteración de lo real, una tabula rasa sustentada mágicamente por la autoridad moral del futuro. Pero no siempre pudo ser así. En el posible retraso de lo periférico también pudo haber alternativas. Es aquí donde en el margen, por ser ignorado, surgen otras sensibilidades, otras modernidades que pudieron haber dado fruto a modernizaciones alternas. En este elenco, por muy particular, se encuentra el legado de la poesía de Federico García Lorca, como proyecto cultural, pero también, como cuestionamiento de lo que en la modernidad parecería incuestionable. Sorprende a muchos por ejemplo la gran batalla que Lorca sostuvo contra la imaginación, como hija predilecta del surrealismo y su fabricación industrial de ensueños. Aunque quizá sorprenda menos hoy día, tras su triste victoria posmoderna. Dejó dicho Lorca que “la imaginación es pobre, y la imaginación poética mucho más. La realidad visible, los hechos del mundo y del cuerpo humano están mucho más llenos de matices, son más poéticos que lo que ella descubre.” (Imaginación, Inspiración, Evasión, 1928). Lorca fue un poeta sensible a las cosas, a los ricos sistemas materiales que co-existían en el mundo en el que le tocó vivir. Su revolución fue no borrar desde una cultura gestionada verticalmente (la de la vanguardia intelectual a la que el mismo pertenecía) la expresión material que encontraba ya en la tierra misma. Se trataba de reconectar puntos. Pero el proceso de urbanización moderna se ha movido como imaginación que proyecta mundos, y esta imagen del mundo se ha superpuesto una y otra vez sobre la tierra hasta su anulación. Recorrer la costa andaluza es a menudo un amargo recordatorio de las consecuencias de este proceso, de los pobres sueños de la vacación global extendida por kilómetros litoral, y donde cada vez queda menos tierra en la que lo vivo pueda refugiarse. Reconocer la tierra, su especificidad, los ecosistemas híbridos que la habitan y las relaciones que entre ellos se encuentran, no sólo es más rico que una impositiva proyección de una visión concreta, sino también, mucho más poético.

Lluís Alexandre Casanovas Blanco

PhD Candidate in Architectural History and Theory. Princeton University.

Helena Rubinstein Fellow, Whitney Museum for American Art, Independent Studies Program.

http://lluisalexandrecasanovas.com

Los debates en torno a la ciudad han virado en los últimos años hacia la incorporación de lo digital en la gestión material de las infraestructuras. Nociones como “smart” y “resiliencia” son ahora una parte fundamental del léxico de cualquier propuesta urbana. Estas palabras atraen por igual a desarrolladores de aplicaciones móviles, políticos, arquitectos y empresarios. Pero el uso de este vocabulario reformula la ciudad como un elemento autosuficiente que nada tiene que ver con los contratos sociales y las alianzas políticas que la constituyen. Estas expresiones presentan la ciudad como un agente independiente, capaz de tomar decisiones por sí mismo ("inteligente") y de autorregular su comportamiento ("resiliente"). Bajo esta terminología, la ciudad se convierte en un organismo biológico, no compuesto de carne, venas y sangre, sino de conexiones, bits y ondas electrónicas. Es importante señalar que las operaciones terminológicas que reconfiguran la ciudad en organismo biotecnológico no pueden separarse del inicio de la interactividad digital como herramienta de control, vigilancia y ataque. Para comprender las implicaciones del uso de dicha terminología urbana hay que remitirse a sus orígenes: la vinculación entre máquina y ser vivo en las ciencias de la posguerra como la cibernética o la biónica. En el ensayo clásico “La ontología del enemigo: Norbert Wiener y la visión cibernética” (1994), el historiador de la ciencia Peter Galison muestra las dificultades que entraña aplicar el discurso cibernético a otros campos. Según Galison, el léxico cibernético está arraigado en la idea de un "Otro" que siempre actúa como "el enemigo". Por lo tanto, en la ciudad "inteligente" y "resistente" prevalece lo militar frente a lo social, donde el “otro” ­­­–sea la disconformidad, la diversidad, o adversidades externas– debe ser combatido y eliminado. Bajo esta óptica, la ciudad deviene así un campo de batalla. Por ejemplo, las ciudades costeras han intentado sin éxito “eliminar” la subida del nivel del mar en su tejido urbano a través de diques. Ahora, estas se acostumbran a “convivir” con este fenómeno, replanteando sus frentes marítimos, su agricultura y sus medios de transporte. Como agentes históricos en la construcción de lo urbano, es responsabilidad de los arquitectos repensar cómo la gestión digital de la ciudad puede dar cuenta de los discursos de control en los que se basa, así como delinear estrategias que lo alejen de su vinculación histórica con lo militar.

José Luis Muñoz

http://joseluismunozarquitectura.com/es/

“De todos los objetos que hemos visto y admirado durante nuestra visita a la India, la lota, una sencilla vasija de uso cotidiano, destaca como quizá el más grande y más bello . ¿Pero cómo se podría uno diseñar una lota?

Primero, uno tendría que renunciar a todas las ideas preconcebidas sobre el tema y luego comenzara considerar, factor por factor: la cantidad óptima de líquido que debe contener, llevar,  verter y almacenar , el tamaño, la fuerza y el género de las manos que la manipularían …

…. Nadie ha diseñado la lota, sino muchos hombres a lo largo de numerosas generaciones.

Muchos individuos quedaron representados a su manera a través de algo que pudieron haber añadido o haber quitado, o mediante alguna cualidad de la que son particularmente conscientes”.

 

“ Signos de ocupación”

El informe de la Ford Foundation de los Eames

para el gobierno de la India en 1958

Rescatado del libro “Cambiando el Arte de Habitar” Alison y Peter Smithson (GG.2001)


 

Cuando el valor de las cosas se mide por su eficiencia, - es decir: más objetivos con menos recursos -, el tiempo se convierte en un factor fundamental para la realización de cualquier actividad productiva.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, la arquitectura se convierte en un importante valor mercantil e incluso en un producto de urgencia y consumo. El interés del sistema productivo es, por encima de todo, elaborar procesos eficientes para su fabricación. Y eso se consigue, entre otras formas, con la estandarizarización de estos procesos y un sistema de transporte eficaz. Es en la contemporaneidad donde esta normalización no tiene límites. La globalización hace que la arquitectura popular en países con culturas diferentes utilice prácticamente los mismos sistemas constructivos de base. La comunicación y el transporte actual permite que cualquier sistema super-eficiente pueda llegar en menos de 30 días a cualquier parte del mundo y a un precio relativamente asequible.

De este modo, los millones de kilómetros cuadrados de periferia de El Cairo se edifican con  la misma vigueta prefabricada de hormigón y el mismo ladrillo hueco doble sin enfoscar que las favelas de Rio de Janeiro. Las casas de tapial y adobe, (material del tiempo y de la tierra), y las casas de madera y caña, (productos de la naturaleza y el clima tropical), han dejado de evolucionar para ser sustituidas por una arquitectura más eficiente en términos de producción y suministro que homogeniza el paisaje urbano y la cultura arquitectónica.

Además, el funcionamiento estructural de estos sistemas genera proporciones de espacios y volúmenes similares influyendo en la evolución de sus tipologías y, por tanto, también en el comportamiento de sus usuarios. El carácter identitario de esta arquitectura popular deja de estar en lo intrínseco de su construcción y pasa a estar solo en su superficie y en lo relacional.

El detenimiento en el conocimiento y la producción de la arquitectura, así como la especificidad de cada proyecto, contraria a la normalización, puede ser contraproducente para una eficiencia entendida en términos económicos a corto plazo. Así lo ven quienes entienden que cada lugar y cada cliente es único y que, por tanto, la intervención debe ser cuidadosa e igualmente única y justa. Esta actitud, tan crítica como atinada, incomoda en el panorama de lo “rentable-veloz”. En este escenario, donde el usuario está convencido y el promotor muchas veces evita lo ético en aras del beneficio económico, el arquitecto responsable debe asumir el debate y responder a los muchos factores devenidos de su intervención y emplear para ello, de forma consciente, la tecnología del momento actual.

En este sentido, la tecnología no solo facilita los procesos productivos haciéndolos más eficientes, si no que permite recuperar el diálogo perdido entre el usuario y el objeto. El diálogo continuado en el tiempo que ha generado objetos perfectos como “la lota” en la India o “el botijo” mediterráneo, puede ser revivido desde el uso consciente de la tecnología cuando la visión de la realidad es amplia, no se reduce a la estética y se trabaja desde la empatía y el conocimiento.

En la arquitectura actual, ese diálogo ya no es resultado de una relación duradera entre uso y construcción. Este es producto de una intencionada, y a veces espontánea, relación de elementos que conectan la experiencia histórica, la necesidad presente, los compromisos con la sociedad y el medioambiente y las condiciones específicas de un lugar con el diseño preconcebido.

En este sentido, arquitecturas como las de Anna Heringer (1977, Alemania), Anumapa Kundo (1967, India), Rozana Montiel (1972, Méjico) o Glenn Murcutt (1930, Australia), llevan esa relación y ese debate a su verdadera materialización. Su discurso postmoderno de la diferencia se alía con la tecnología para recuperar el diálogo entre usuario y contexto, evitar contradicciones y conseguir el objetivo primitivo de la arquitectura: mejorar la vida de las personas desde la conciencia del lugar común, el tiempo y la cultura.

Aparece aquí una nueva forma de tecnología ecológica en lo proyectual y productivo que reconoce por encima de todo el valor de la conciencia medioambiental, social y cultural en la arquitectura. Esta visión va más allá de lo exclusivamente técnico o funcional, y mira a los procesos que se desarrollan desde la calma del trabajo específico y consecuente. 

En el día a día del ejercicio de la arquitectura en España, las condiciones profesionales precarias se unen a las escasas oportunidades de trabajo. A su vez, las necesidades proyectuales se reducen, en muchos casos, al encaje económico, servicios técnicos, mímesis estéticas o producciones meramente comerciales. En este escenario se hace realmente difícil encontrar el espacio, y sobre todo el patrocinio, para construir desde la investigación, la coherencia y la no contradicción entre el discurso ético y el resultado. La realidad nos acorrala a la vez que nos enseña que somos necesarios y responsables para recuperar, a pesar del tiempo empleado y la ineficiencia, el sentido primitivo de la arquitectura.

LA INCLUSIÓN DE LOS ECOSISTEMAS EN NUESTRO DÍA A DÍA LEGISLATIVO NOS LLEVA A REFLEXIONAR DESDE NUESTRA DISCIPLINA A SUS PRODUCTOS: DEBERÍAN DISEÑARSE ATENDIENDO A SU INSTALACIÓN EN UN ECOSISTEMA SIN DESTRUIRLO SI NO SINTONIZÁNDOSE CON ÉL. 

EL NO PENSAR LA ARQUITECTURA COMO UN AGENTE ACTIVO HA LLEVADO A QUE ESTA DESATIENDA Y NO PARTICIPE DE MANERA EMPODERADAS Y CONSCIENTE EN ASUNTO CONSIDERADOS COMO "PERIFÉRICOS" COMO SON LOS ASUNTOS ACOPOLÍTICOS, ASUNTOS DE GÉNERO Y OBSOLESCENCIA. POR ELLO LA INCLUSIÓN DE ESTE TIPO DE ASUNTOS DENTRO DE LA ARQUITECTURA SERÍA UN DESAFÍO CONTEMPORÁNEO. 

Lucia Parejo Bravo

Economista medio ambiental

Para la inclusión efectiva y real de nuestros ecosistemas en nuestra vida cotidiana y escenarios urbanos, el principal problema que debe abordarse es el modelo económico. La transición de una economía lineal a una economía circular es la clave en un contexto donde se necesitarían tres planetas para satisfacer las necesidades de una población de 9 billones de personas para 2050 y donde muchos de los productos que hoy en día representan sociedades modernas y desarrolladas se construyen a partir de las materias primas consideradas críticas, es decir aquellas que están bajo el riesgo de desaparecer en las décadas siguientes. El sistema económico ya no puede mantener un crecimiento exponencial ilimitado y los productos ya no pueden diseñarse en el modelo clásico de "toma y entrega" y utilizando recursos no renovables.

Las ciudades deberían aprender de la naturaleza. En la naturaleza, los organismos vivos manejan sus recursos en base a un metabolismo circular, donde la luz del sol, el agua, los nutrientes, etc. se transforman en calor, energía y biomasa, y no se generan desechos. En cambio, los materiales que ya no son necesarios volverán al ciclo y desempeñarán otra función dentro del ecosistema. Pero, por el contrario, las ciudades se basan en metabolismos lineales, extraen materias primas, fabrican productos para el consumo y los eliminan posteriormente, contribuyendo así a la contaminación, al agotamiento de los recursos naturales y a una gran dependencia de los no renovables. Se requiere un nuevo paradigma conocido como metabolismo urbano circular.

Sin embargo, este cambio no es posible sin nuevas reglas de juego y una forma diferente de entender los modelos económicos. Un sistema económico que premia una forma sostenible de producir y penaliza la producción con externalidades negativas a través de cambios legislativos transversales y globales y no medidas correctivas aisladas.

6 CLAVES PARA PENSAR EL PAISAJE

Paula Alvarez

Arquitecta, editora e investigadora.

https://alvarezpaula.com

Las tres globalizaciones: el problema de la Gestión del Todo

Los problemas a los que se enfrentaron los pioneros de la Modernidad no son tan diferentes a los del presente, tampoco a los de la Antigüedad. Sloterdijk lo planteó con una lucidez enorme cuando a inicios del s. XXI revolucionó la visión de la “globalización”. Alejándose del consenso cultural que situa su inicio en la caída del muro de Berlín, el filósofo alemán detecta una primera globalización en la racionalización de la estructura del mundo de los cosmólogos griegos que reconstruyeron simbólica y conceptualmente por primera vez la totalidad de lo existente. Para Sloterdijk la globalización es un proceso irreversible de colonización y asimilación conceptual del Todo —del cosmos a la subjetividad— que avanza imparable en sucesivos estadios. Uno segundo se corresponde con la Modernidad: la explotación de fuerzas y recursos disponibles en el planeta por entero que caracterizó a la toma unilateral del mundo del colonialismo católico-capitalista occidental. Esta segunda globalización también fue una revolución del conocimiento, de las maneras de ver el mundo e imaginarlo conceptualmente, es decir, de construir sus imágenes, como lo ha sido la Globalización Electrónica que le sigue en la época post-humanista: la inclusión de lo heterogéneo (la eco-política) es la otra cara de la explotación del Todo (el avance de la técnica como forma de dominio) y no pueden pensarse de forma separada.

 

Experimentalismo o vanguardia: el reajuste permanente como máscara de un abandono

 

De forma casi imperceptible, la humanidad ha relegado a la tecnología electrónica esa “Gestión del Todo” con la que soñó el experimentalismo arquitectónico a inicios del s. XX. Consideradas idealistas e ingenuas, visiones como las de Taut, los constructivistas o Mondrian elevaron tal vez demasiado el horizonte de la imaginación política en arquitectura, pero justamente por eso que hoy tienen un gran atractivo como herramienta para problematizar el presente. En tanto presentación polémica del mundo, estas visiones no sólo anticipaban muchos rasgos de la futura evolución de la relación entre la técnica, la humanidad, el medioambiente y las cosas. Además intuyeron que el vertiginoso estallido de lo conocido bajo el avance implacable de la técnica exigía la búsqueda de un equilibrio ecosistémico que implicaba de lleno a las prácticas estéticas. La Bauhaus y Le Corbusier, sin embargo, intentaron asumir el reto de la Gestión del Todo concediendo a la tecnología un papel privilegiado que la alinea con “la toma unilateral del mundo” de la Época Moderna. Si el experimentalismo ponía el foco en lo existente, en lo heredado, en lo cotidiano, en lo común, en el medioambiente, en el cosmos, imaginando a la técnica como instrumento de equilibrio que sufre una transformación estética y simbólica, las vanguardias ponen el foco en la industria y las tecnologías de la construcción para hacer de la innovación tecnológica la forma de agencia definitiva. La arquitectura pudo avanzar como utopía tecnológica desestimando lo ecológica y lo común como variables ecopolíticas que informaran su desarrollo y fue de este modo que se cargó de inercia, resistiéndose a cambiar a la velocidad del mundo. Desde entonces la arquitectura se proclama como herramienta útil para la gestión de múltiples y sucesivas crisis que en realidad no son otra cosa que su propia crisis. Aún hoy se suma a la “ideología de la innovación permanente”, a la necesidad de escenificar permanentemente la ruptura con la tradición. Presentando los signos de su propia crisis, la arquitectura puede sobrevivir incuestionada, ocultando su unilateralidad. Apenas advierte que esta ruptura da soporte conceptual a los desequilibrios encadenados bajo el paraguas del “progreso” que desde finales del s. XIX la filosofía política y las ciencias sociales se afanan en desmontar incansablemente.

 

La arquitectura como rama perdida de la electrónica

Se tiende a pensar que lo medioambiental y lo tecnológico —así también la electrónica— son variables que se incorporan a la arquitectura, enriqueciéndola. Con esta incorporación se reconstruye simbólicamente la "fantasía ideológica" de que la arquitectura, como conjunto de técnicas, se reajusta y perfecciona continuamente para responder eficazmente a sucesivas crisis. Pero tal vez la arquitectura sólo esté acomodando torpe y forzosamente esa pulverización y disolución inevitable de la realidad que para el experimentalismo ya fue una exigencia. El estallido hacia lo real fue el punto de partida en su búsqueda de un equilibrio ecosistémico. Las vanguardias se resistieron a esta visión polémica, buscando posicionarse estratégicamente y sin fricciones en un sistema productivo que estaba reorganizándose. Desde entonces la arquitectura de vanguardia ofrece un servicio semántico imprescindible para un neoliberalismo necesitado de "relatos de superación" que encubran los desequilibrios que encadena. La necesidad de "romper para ser" es una escenificación incosciente y en público de un agujero en el centro de la arquitectura: el abandono de lo que requería su cuidado. Como intuyeron las visiones arquitectónicas utópico-distópicas de un medioambiente “fecundado” por la tecnología en el tránsito de los 60 a los 70, será la  industria electrónica —mucho más versátil, ligera, flexible, portable, escalable, elástica y expansible que la industria de la construcción— la que asuma de forma progresiva y casi silenciosa la compleja gestión eco-política de lo desestimado por la arquitectura, pero no para hacerlo habitable sino económicamente productivo. Koolhaas planteaba en los 90 que la globalización era una rama de la arquitectura; nosotros podríamos reformular esta pregunta: ¿Es acaso la arquitectura una rama perdida de la electrónica a re-incorporar en ella y no al contrario?

 

Inclusividad invertida: reajustando nuestro papel dentro de los ensamblajes heterogéneos

 

Mientras la habitabilidad estalla y se fractura peligrosamente bajo la lógica del mercado tecno-cultural, el problema sigue siendo el mismo que las ciencias sociales plantearon a las vanguardias arquitectónicas que apostaron por la "ruptura de lo exnovo" como opción opuesta a la continuidad del "ensamblaje experimentalista": ¿bajo qué intereses, mediante qué técnicas y con qué supervisión se está llevando a cabo esta Gestión del Todo? A ello se añade una nueva pregunta (arquitectónica y urbanística) que no pasa inadvertida para la filosofía política: ¿bajo qué intereses y con qué supervisión se diseñó y desarrolló la tecnología electrónica, en todas sus ramificaciones y potencias? ¿Qué "fantasías ideológicas" han facilitado que deleguemos en ella la gestión unilateral de las múltiples interacciones entre los fragmentos de mundo que re-ensamblan ese gran compuesto sintético-orgánico al que se ha reducido el “Todo”? Y si la arquitectura es una rama a reincoroporar a la electrónica para aportar estos criterios ausentes relativos a lo habitable, ¿cómo pueden liberarse del mito del progreso las dinámicas eco-políticas de “inclusión” o “heterogeneización” de los ensamblajes orgánico-sintéticos en los que habitamos? ¿Qué pasaría si volteáramos la inclusividad de lo marginal, de lo otro, de lo no humano hacia el otro lado y asumiéramos que la arquitectura, tal y como hoy se conoce, imagina y defiende es solo un residuo, un fragmento más de un enorme vertedero, torpemente atravesado por los cálculos inteligentes de la electrónica mercantil? ¿Y si nos liberáramos de la industria de la construcción como parámetro que define (también unilateralmente) nuestro expertise, desempeño y valor y nos proyectáramos modesta y silenciosamente sobre este problemático entramado heterogéneo no para gestionarlo, sino para contribuir a crear una nueva imagen polémica de ese Todo, una imagen a la altura de las preguntas que se acumulan sin cesar sobre el diseño arquitectónico? 

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